domingo, 15 de junio de 2008

Besame mucho

Millones de luciérnagas revolotean ante mis ojos a la par de cientos de mariposas en mi estomago cuando él me besa.

Puede ser un beso sencillo apenas rozando los labios con singular inocencia o uno profundo donde danzan las lenguas a un ritmo acompasado tocándose sigilosamente en medio del baile.

Se como sea sus besos me cautivan. Quizás porque es al primer hombre que beso por amor, no como el caso de Gackt, o tal vez porque su boca tiene el equilibrio perfecto entre calor y dulzura. No lo se.

Solo estoy seguro que cuando me acuesta en la cama y coloca su peso sobre mi –mis brazos atados a su espalda- comienza a besarme las mejillas para terminar en mis labios atrapándolos en un encuentro total siento que todo se desvanece y necesito que no pare, que me bese mucho, tanto hasta que mis labios ardan en deseo o en cansancio –lo que pase primero-, que continúe invitando a mi lengua a tener un encuentro cercano con la suya, que su saliva se funda con la mía y sus manos no dejen de acariciarme la cintura. Las personas creen que el coito lo es todo, pero es porque no han entendido que las almas en realidad copulan a través de los besos.

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